Guerras Púnicas: Roma vs Cartago
Las Guerras Púnicas fueron una serie de conflictos entre las dos potencias mediterráneas más importantes del Siglo III AC. En este siglo se desarrollaron las dos primeras, las más importantes, quedando la tercera para el Siglo II AC. El impacto de ésta última en la lucha por la hegemonía fue prácticamente nulo.
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Antecedentes de las Guerras Púnicas
Como vimos en el post dedicado a Cartago (ver artículo aquí), por interés de ambas partes, se firman varios acuerdos de no agresión entre ellas (509, 408, 306 y 278 AC). No obstante, la guerra entre las dos potencias parece inevitable: Roma ya posee la hegemonía en Italia y Pirro de Epiro, enemigo tanto de romanos como de cartagineses, se ha retirado de la Magna Grecia. La República sólo cuenta con dos posibles vías de expansión: hacia el norte, donde se encuentran los galos, o hacia el sur, donde los griegos están en franca decadencia. La empresa más asequible para Roma parece la de volver sus miras hacia la Magna Grecia.
Primera Guerra Púnica (264-241 AC)
A pesar de los nombrados tratados, el Senado romano decide responder a una solicitud de ayuda de la ciudad de Mesina, que se encuentra bajo acoso cartaginés. Tras el apoyo de Mesina ambas ciudades se declaran la guerra.
En tierra, los ejércitos romanos eran superiores a sus rivales, pero en el combate marítimo eran muy inferiores. Esta guerra se desarrolla en una isla (la actual Sicilia), por lo que los cartagineses parecen contar con ventaja. Su flota comandada por Amílcar Barca (padre de Asdrúbal y de Aníbal Barca) demuestra su superioridad en el mar.
A partir del año 250 AC, la balanza comienza a equilibrarse. Los romanos, conscientes de su debilidad marítima, llevan años preparando una flota que pueda competir con la cartaginesa. En el año 241 AC lanzan una poderosa ofensiva marítima contra las dos principales capitales de Cartago en Sicilia (Islas Égatas y Lilibeo), consiguiendo una aplastante victoria.
Los cartagineses se ven obligados a firmar la paz, abandonando la isla y abonando grandes costes de guerra a la República Romana. La creciente potencia italiana acaba de poner su primer pie fuera de la península.
Segunda Guerra Púnica (219-202 AC)
Los cartagineses huidos de Sicilia se establecen en la Península Ibérica y fundan la ciudad de Cartago Nova en el año 226 AC. El general cartaginés Asdrúbal, hijo de Amílcar Barca, firma con Roma el Tratado del Ebro, por el cual se comprometen a no avanzar más allá de dicho río.
Aníbal Barca, hermano de Asdrúbal, se lanza a la conquista de Iberia, llegando hasta la ciudad de Salamanca. En el año 219 AC ocupa Sagunto que, a pesar de encontrarse al sur del Ebro, Roma presenta como aliada. Tanto romanos como púnicos buscan una excusa para iniciar la guerra (casus belli). El Senado declara la guerra a Aníbal, que decide continuar su avance cruzando los Pirineos, los Alpes y llegando al norte de Italia.
A pesar de que Aníbal tiene el camino libre hacia la ciudad de Roma, prefiere desgastar a sus enemigos luchando a campo abierto, sin atacar directamente la capital. Si hubiese seguido hacia delante con la conquista, probablemente hoy utilizaríamos el alfabeto fenicio para la escritura en lugar del latino… especulaciones aparte, la decisión de Aníbal permitió a Roma organizar un ejército muy superior numéricamente.
Los dos ejércitos se encuentran finalmente cara a cara en 216 AC en Apulia, donde Aníbal espera a los romanos. A pesar de la ventaja numérica romana, los cartagineses obtienen una formidable victoria. La contienda será recordada como la Batalla de Cannas. Es la mayor derrota de la historia de Roma. Aníbal toma toda Italia con la excepción de la capital, para cuya conquista espera refuerzos de Cartago e Iberia. Todo parece perdido para los romanos.
En un intento desesperado, Roma envía tropas a la Península Ibérica para hacer la guerra en el propio terreno púnico. Tras algunas derrotas iniciales, un jovencísimo general, Publio Cornelio Escipión, asume el mando romano en Hispania en el 210 AC sucediendo a su padre y a su tío. Se muestra como un hábil líder militar, consiguiendo conquistar Cartago Nova (209 AC), Cástulo (Linares en Jaén) y Gades (Cádiz, 205 AC). Estas tres ciudades forman la base del poder cartaginés y su caída supone la caída de los territorios púnicos en Hispania. Publio Cornelio Escipión consigue equilibrar la balanza.
Aníbal se encuentra aislado en Italia. Con la Península Ibérica perdida y sin posiblidad de recibir refuerzos, se repliega para no perder posiciones. Desde Cannas no ha obtenido victorias, pero tampoco ha sufrido derrotas. Cartago abandona a su suerte a su general en Italia.
En otro alarde de audacia, Publio Cornelio Escipión invade el Norte de África en el 204 AC, avanzando hacia la misma Cartago y arrasando todas las ciudades a su paso. La metrópolis púnica no tiene más remedio que reclamar el regreso de Aníbal a tierras africanas, con lo que se pierde todo lo logrado en Italia. Su retorno tampoco puede evitar la conquista romana. En el año 202 AC, en la Batalla de Zama, las tropas de Escipión derrotan a las de Aníbal, en una de las batallas más importantes y decisivas de toda la Antigüedad. Gracias a esta victoria, el general romano será conocido a partir de ahora como Escipión «el Africano».
La victoria romana en la segunda de las Guerras Púnicas le permitió alcanzar la hegemonía mediterránea. Los romanos se hicieron rápidamente con todas las redes de comercio, minería e industria desarrollada por los cartagineses. El crecimiento económico de la República fue espectacular durante la primera mitad del Siglo II AC. Por otra parte, la experiencia adquirida en un conflicto a gran escala como éste, les sirvió para modernizar tácticas militares y mejorar su armamento de combate.
La impresionante marina de guerra púnica quedó reducida a diez barcos. El resto de la flota fue quemada por Escipión frente a la ciudad de Cartago, a la vista de sus habitantes.
El tratado de paz firmado entre Roma y Cartago, además de incluir exclusivamente condiciones ventajosas para los vencedores, suponía la reducción de los vencidos a su mínima expresión. Los cartagineses no podían siquiera defenderse de sus enemigos (sobretodo, el reino vecino de Numidia) sin la autorización expresa de Roma. El propósito de los romanos era evitar a toda costa el rearme y posible recuperación de Cartago. El objetivo se cumplió: a pesar de la Tercera Guerra Púnica, los cartagineses perdieron toda su influencia y poder.
Tercera Guerra Púnica (149-146 AC)
Como ya hemos visto, la derrota cartaginesa en la Segunda Guerra Púnica redujo la influencia de la ciudad a la mínima expresión. La última de las Guerras Púnicas es la de menor repercusión a nivel mediterráneo y supone la definitiva eliminación de Cartago.
Desde el final de la Segunda Guerra Púnica Cartago había sido atacada en repetidas ocasiones por el reino vecino de Numidia. Tal y como se acordó en el tratado de paz, los púnicos necesitaban la autorización de Roma para poder defenderse, pero ésta era sistemáticamente denegada. En el año 150 AC el rey de Numidia, Masinisa, atacó posiciones cartaginesas y éstos se decidieron finalmente a tomar las armas frente al invasor.
Apenas un año después, Roma declaró la guerra a Cartago y envió a Escipión Emiliano (nieto de Escipión el Africano) a Cartago. El general romano arrasó la ciudad en 146 AC. Se estima que del millón de habitantes cartagineses, sólo sobrevivieron 50.000, que fueron vendidos como esclavos.
Una parte del territorio cartaginés fue incorporado a Roma (provincia romana de África) y el resto pasó a Numidia. Cartago había sido definitivamente eliminada del mapa.
Para saber más / fuentes consultadas
- Cabrero Piquero, Javier y Fernández Uriel, Pilar (2014). Historia Antigua II: El mundo clásico. Historia de Roma. Universidad Nacional de Educación a Distancia. ISBN 978-84-362-5468-6. Comprar este libro
- Beard, Mary (2015). SPQR. Una Historia de la Antigua Roma. Editorial Planeta. ISBN 978-84-9892-955-3. Comprar este libro
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